El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

15 dic 2010

MUcha ModaAAA

Ahora habito en esta misma página que me quema, como si hubiera venido de lo de mi amigo directamente a esta página. En la misma página que me quema como a una bruja, miro desde allí.

Suntuosas Santas Inquisiciones prenden el fuego y hay tantas personas gozándome sufrir que doy un paso más al fondo de la pira, en busca de alivio.

No, ésta no es una carta en línea recta), no es una carta de despedida para ustedes, los participantes de “la divina tertulia”.  

Y si no fuera porque pronto desapareceré siendo ceniza entre las cenizas, me digo -si no fuera por eso- que éste es precisamente el sitio para aventurarse y ser comida como fruta, no como bruja.

Y no los nombro pero los recuerdo a todos, y me pregunto por qué se convirtió en fantasma de otros lugares mi querida Blanca Estela y no aparece más ni por asomo. 


El producto final de las instalaciones hospitalarias es lograr la satisfacción de calidad en el servicio de atención al paciente, para lograr esto es necesario que las instalaciones energéticas sean capaces de satisfacer las demandas de potencia eléctrica, calor y frío. La satisfacción de estas demandas en la mayoría de los casos parte de bloques energéticos con equipamientos individuales, entiéndase Generadores de vapor, Moto- compresores para climatización, Grupos electrógenos de emergencia que funcionan por separado.

La operación ineficiente de estos equipos transformadores primarios de la energía, asociada a la falta de mantenimiento periódico de las instalaciones, que se transforma en pérdidas por diversas causas, entre ellas salideros de vapor, estado defectuoso de las instalaciones de distribución y uso de vapor, no seccionalización de los circuitos eléctricos de alumbrado provocan que el gasto energético asociado a la cantidad de pacientes que son atendidos en las instalaciones hospitalarias aumente.


Estaba enamorada sin remedio en aquella casa -en la casa de mi amigo Manuel, aquel día- de alguien que él acababa de presentarme y cuyo nombre no recuerdo.

Había mucha gente que reposaba en diversos almohadones y colchones, todos dormidos en parejas o tríos, y yo estaba sola en una manta arratonada. Sentí, raramente, algo de frío, entonces me levanté y fui a la cocina y me miré en el fondo de una caja de lata. 

Para empezar a pensar en el amor como en un rito, bebí una taza de agua clandestina, de agua que salía de un lugar oscuro.

De pronto la lluvia golpeó el techo, eran látigos que golpeaban y pájaros que chocaban contra el zinc.

Lo consideré, y lo considero, un milagro; y ese milagro me convirtió en lo que soy.

De inmediato me vestí y salí de aquella casa sin siquiera encender la lámpara del cuarto, por lo que no alcancé a ver otra vez el rostro de mi amor.

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