El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

13 ene 2013

eS gENIAL

Trato de repasar sucesos de este año, del que se va, digamos, y los encuentro de tal importancia, variedad y espesura que la mano se detiene y mi memoria ya no sabe recordarlos. Es un muro escrito con palabras de cal, con la lluvia, con la mirada del que pasa.


Contemplo sucederes de otros años pasados y es lo mismo, otro muro, otros espejos donde quedó el último aliento de los que se fueron.


Me propongo ser inmortal, y para eso debo desnudarme hasta de la vestidura de mi alma, ser un signo de lo oscuro, como los incendios de Dalí, o cuadros de Brueghel o de El Bosco, esos severos castigadores de pasiones.


Este año cada habitante del planeta fue un signo de intemperie, fue ráfagas en una casa azotada por los rayos.


Quiero ser inmortal.


Y seguir escribiendo hasta el cansancio de las letras, una por una que se apaguen como se apagaron todos los colores de las vocales de Rimbaud, para que, en la inmortalidad, me donen el silencio del cielo.

YA LO TOME

Entre nosotros existen muchos síntomas que se agudizan según la época del año, según la edad y según el clima.

El año nuevo es ideal para despertar el síntoma del deseo de eternidad, pero a ése ya lo hemos mencionado hace muy poco.


La navidad suele hacer aparecer virtudes de bondad hace tiempo dormidas, lo cual es bastante insólito, ya que la mayor parte de los que padecen esta sintomatología no son creyentes  cuanto a otras enfermedades curiosas, hay una que comienza lentamente y se resuelve a veces en tragedia, y es el mal de querer ser libre.

Digo “mal” ante la imposibilidad que por el solo hecho de haber nacido tenemos los humanos de ser libres como los pájaros, inocentes como los perros, hábiles para sobrevivir como los animales salvajes.

Acá les dejo un relato muy breve de algo que le sucedió a una muchacha -el síndrome de libertad suele darse en individuos jóvenes aunque esta patología aparece también, muy raramente, en los ancianos.  

La libertad

El primer síntoma fue una lluvia sin corazón que asoló el pueblito y se llevó algunos objetos, algunas maderas que naufragaron, el esqueleto del perro que estuvo seis años enterrado en el jardín.

El segundo, la fiebre, por las noches, entre las pesadillas.  

Las pesadillas eran asombrosas y provenían de la misma fuente de los días que estaba atravesando. 

Había llegado a los veinte años saturada de historias de terror; el lugar donde vivía, el jardín, el bosque, el pueblito mismo, entero, era un antiguo cementerio; y cada paso que daba removía cenizas y fantasmas.


secuela

los que caen

Ahora que me voy a mudar, observo cada milímetro de la casa que dejo como si la estuviera edificando, edificando más bien su destrucción, y acaso cómo quedará sin mí. Alguien muy secreto, muy futuro o tal vez muy antiguo encontrará mi sombra sobre una pared; alguien, en esa sombra, escuchará mi silencio y leerá mis palabras, descifrará la música que tuve. Al fin ese habitante que vendrá desde lejos entenderá mi razón y mi debilidad. Dirá que yo fui una mariposa con las alas juntas que durmió tanto que despertó siendo yo misma, como en el cuento pero al revés. El cuento que menciono -que Borges y Bioy Casares recogen en Antología de la literatura fantástica- asegura que cierta persona cuyo nombre no recuerdo soñó que era mariposa, y al despertarse no sabía si era un hombre que había soñado ser mariposa, o una mariposa que estaba soñando que era un hombre. Explicación Pero, como todo esto surgió a partir de que me tengo que mudar -otra vez-, voy a regalarles -al que no le guste el regalo, que lo diga o que lo devuelva cambiándolo por otro- uno de mis poemas. En el libro donde está publicado se titula “Conjuro”, pero yo ahora mismo lo rebautizo, ya se llama “Mudanza”.