Pero cuando no puede usarlas, ¡cuánto faltan!
Las más simples, las que se creería que no tienen ningún valor, las prosaicas, vulgares y comunes palabras.
Esas que están para decirle a un amigo lejano: te acompaño.
Y están para enjugarle las lágrimas.
Y esas son las que pueden dañar, y por eso no pueden usarse.
Pasemos a mi palabrerío:





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