30 mar 2013
Deseo ser por lo menos un error en tu vida.
Entre mi murmullo y el deseo se abren los suaves ojos de la muerte, suenan campanas en las que el resplandor de Dios se vuelve eco, la imagen es sonidos de cobre, Mi deseo.
Está en los ojos dorados de la lejanía que miran hacia mí, Mi deseo; en los caballos detenidos al borde de la página que hacen fuego en el agua; ahora mi corazón está invertido en ideas difusas y algo converge de golpe en mi canto.
Sombra que es todo y es la noche, que es todo y es la nada, ¿qué sino una herida podría detener el río de la oscuridad de la sangre a borbotones?
Pido como Rilke a los ángeles que me escuchen cantar, que les estoy diciendo que nada existe, ni siquiera los ángeles, ni siquiera ellos a la altura de mi mano que escribe.
Pido a los ángeles sin embargo que me detengan la mano, los huesos, los anillos. Que todo aquello que existe en esta mancha solemne que es el mundo con sus constelaciones detenga la mala fe de mi escritura.
¿Y los días pasados entre sueños; y la inauguración de una Odisea en el espíritu en tiempos del amor?
ser Ulises tanto ella como él, ellas o ellos también, ser los ulises de una ciudad universal en un instante único, en breve comunicación de intensidades.
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