El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

25 nov 2012

La Depresión



Uno cree que ése es el nombre justo del amor, del amor de su amante, y es el nombre de nadie.


En la poesía, para dar un ejemplo, cuando la mística va desapareciendose deja entrever oscuramente el nacimiento de lo erótico.


Y hay una mezcla extraña de amor a Dios y de amor de pasiones en esos siglos crepusculares de la Edad Media y del Renacimiento.


Del cuerpo de Dios se desprende el cuerpo del amado que se amará sin ninguna tintura espiritual. Y hasta el mismo Jung asegura, con toda la gravedad de su ciencia, que los intensos amores carnales son puro amor a Dios, o a la divinidad desconocida, o a eso otro que no encontramos y que también podría llamarse con el nombre de uno de los dioses, aunque la o el elegid/a/o se llame Clara o se llame Jacinto.


Amamos al fantasma de Dios cuando desesperadamente nos refugiamos en los brazos de uno de carne y hueso; amamos el fantasma del ser humano cuando lo buscamos en la iglesia, la sinagoga o los templos hindúes, budistas o musulmanes.


Nada explica sin embargo el misterio de buscar sin saber, sin querer encontrar, o de encontrar sin querer, de desear que ese fuego no se apague jamás, es decir, de no quererlo del todo, de ir descubriéndolo a tientas, al amor, digo. ¿Qué es este vacío con el que nacemos, agregado a nosotros?


 

No hay comentarios: