El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

25 nov 2012

el momento del principe



Cuando una mira, ve, percibe en profundidad un objeto, no puede dejar de desearlo. En realidad todos los hechos humanos pueden ser tomados por un juego o por una tragedia: muertes, asesinatos, nacimientos, aniversarios, amores, y comer y soñar.

Y las tragedias, más frecuentemente desde lejos, también pueden desearse. Me he dicho muchas veces ¡quién tuviera un Halloween en este país! Último párrafo del libro Albucius, de Pascal Quignard …Horacio estaba muerto. Mecenas estaba muerto.

Sólo Augusto sobrevive en su desconfianza, en su genio y en su temor. Caius Albucius Silus odiaba menos la crueldad de Augusto que el hábito que había adquirido de hablar en lengua griega. Según Arruntius, ordenó que alejaran a su hija, que la sentaran sobre una silla plegable y que llamaran a la nodriza.

Le pidió que agregara un poco de leche a la preparación. Ella desató la parte superior de su túnica. Él bebió. La sala en donde yacía estaba repleta.

En primera fila, sobre una silla plegable, estaba su hija Polia. Todos sus alumnos estaban presentes. En segunda fila, estaban los esclavos más pequeños. Pidió a la nodriza que se acercara otra vez y le suplicó que lo dejara tomar su mano.

Se escuchaban sollozos. Se dio vuelta y dijo: -Quid fletis, pueri? Murió sosteniendo apretada entre las suyas la mano de la nodriza cuya leche pagaba. Cada mañana ella ordeñaba su seno sobre una vasija. 

Él bebía tibio. México y los muertos Sé que los mexicanos tienen una mirada alegre hacia la muerte -alegremente resignada-, aun cuando sus celebraciones sean diferentes que las de los norteamericanos. Tienen un Día de Todos los Muertos de alegría exultante, donde en el cementerio se venden calaveritas de azúcar, y se organizan concursos de poemas breves que se llaman a su vez “Calaveritas”. 

Con grandes premios en dinero -¡anímese!, están abiertos a todo el mundo. Una vez, pensando quizá en escribir sobre la muerte y sus encantos, hice una lista de títulos en un cuaderno.

Tu boca me come -sin sentido sexual- una especie de “Silencio de los inocentes”. La Fiesta del Asesinato. Bombones con absintio. La lectora que se involucra con los personajes de una novela policial y hasta termina matandola al propio asesino.

 

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