Hay un cursi y precioso verso de Evaristo Carriego–ambos adjetivos no tienen por qué contradecirse - que yo leía en mi infancia con cierta picardía:
La costurerita que dio aquel mal paso
-y lo peor de todo, sin necesidad-
con el sinvergüenza que no le hizo caso
después… -según dicen en la vecindad-
-y lo peor de todo, sin necesidad-
con el sinvergüenza que no le hizo caso
después… -según dicen en la vecindad-
se fue hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras ¡tan sin corazón!
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras ¡tan sin corazón!
Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.
¡Qué cara tenía la costurerita
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!
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