Decía que la salvación por la pureza de la poesía era el viento transformado en provocaciones en el alma, era otro dios, un verdadero Otro Dios, y otra vida eterna que quedaba dentro de la vida.
Que las religiones que prometen paraísos en donde hasta el demonio y el fuego comían viandas sagradas eran válidas también, tanto como cualquier otra salvación por la poesía, que el verbo con sus abanicos en el alma nos hacía perdurar toda la vida y no morir y no estar muerto entre los vivos.
Veía la salvación entre relámpagos prometedores de miedo y del terror de las tormentas, sospechaba el movimiento de la tierra en la carne; otras veces consideraba el amor transformado en copa de eternidad con rostro de dioses menores que iban rotando y el amor y la poesía quedaban y el único rostro verdadero de Dios era entonces el del amante que ama mucho, alternativamente, y a muchos.
Inclusive calculaba la medida de la voz de un poeta -o de un enamorado, era lo mismo.
La medida de la voz de un poeta cabía en un molde cualquiera, canto, cópula, ataúd, celebraciones, en una forma sin forma o en la columna griega, clásica, piedra de piedra.
BLANCO SOBRE AZUL, LA COMBINACIÓN PERFECTA DE LA REALEZA¡¡¡¡¡¡¡
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