El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

22 mar 2014

Momentos

Cada vez que algo incómodo se va de mí, siento felicidad. Una cosa que he aprendido debido a mi sufrimiento psíquico -que fue variado, y que se fue y reapareció y volvió a irse para reaparecer durante el transcurso de toda mi vida, por lo menos hasta ahora- es la felicidad que nos es dada a los sufrientes, quizá la más auténtica. Nada puede compararse a lo que se siente cuando, en algunos momentos, el sufrimiento se retira. Y, además, una ya está preparada para percibir el bienestar.
Al principio mi alegría se enturbiaba con la idea de que el dolor iba a reaparecer, que de cualquier modo esos instantes de goce no eran más que instantes, pero después llegué a comprender esos momentos y a disfrutarlos de tal modo que ninguna amenaza de recrudecimiento futuro podía ya empañar mi triunfo; el momento, por su intensidad, era eterno.
Aunque momentos eternos por su intensidad hubo muchos que tenían otro signo, muy especialmente un año que estudie en la universidad para ser abogada y me enganche con un profesor que, además, era escritor. 

Yo comencé a trabajar en su estudio jurídico toda la semana laboral, sábados, domingos, primeros de mayo y año nuevo -lo hacía por amor, debido a mi voluntad de sobrevivir entre los muertos- y fue en uno de esos días festivos que la mujer del abogado, cuando ya habían pasado varios meses de mi estadía en esa "cárcel", emergió hostil y llena de rabia de entre las carpetas de expedientes.


Se paró atrás de mí, que estaba en la computadora, como un general en campaña, o una maestra de escuela sulfurosa, dándome órdenes y me dijo que deje de joder con su marido, el abogado, porque la iba a pasarla muy mal sí seguía involucrada en esa historia hostil y enfermiza.

No hay comentarios: