11 sept 2012
piyado
Hay algo -¿un monstruo?- que me impide soñar, tener sueños durante la noche. Algo que es de la misma materia que me impide tener ensoñaciones durante el día. Algo que pone límites, como una voz que me induce a atenerme a la sola realidad de lo mirado. Esa sola sería la realidad, y es tristemente lúgubre, de contornos grises.
Yo que he dicho tantas veces –y algunas he sentido- que la realidad no tiene límites, que está mucho más allá de las sensaciones, es como si no lo creyera. Todo nace de un confuso, incambiable, ingobernable escepticismo. Un escepticismo que tiene la nostalgia de lo contrario. Lo que no puede imaginarse no se puede sentir. Para vivir en esta realidad tan estrecha, para sobrevivir, también yo tengo que tener estrechos límites.
No puedo permitirme imaginar más allá de mí misma o caería en el pozo de los otros, en la realidad de los otros, lo que extendería esa realidad que yo quiero disminuir, hacer pequeña, para yo caber adentro de ella. Para contrarrestar, para contrariar, lo que acabo de escribir, acá les mando algunos proyectos de cuentos, o poemas, o novelas, o sueños.
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