El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

5 abr 2013

Como las mariposas vuelas, como las yeguas cabalgas y yo como abejorro quisiera picar tus nalgas...



Como para conjurar el escrito anterior, llamado “La inteligencia y el placer”, tan gris y desolado, me propongo contar otra vez algún suceso de mis días, pero más placentero.

Me resultó ingenioso uno de los comentarios, que se refería sencillamente a lo inadecuado del título de ese post. Decía que, al ser poco agradable la lectura de mi escrito, y al ser el mismo vulgar e incongruente, no se podía entender su nombre… Reconozco mi derrota ante esta apostilla tan feliz. Agradezco a los que escribieron para decir que les gustaba, y más aún a los que lo hicieron para decir que no.

Refuto la comparación inadmisible de unos de los lectores: “Me gustó más lo de José Itriago". José Itriago es un grande, grande narrador, y a eso lo sé sólo porque desde hace muchos años “actúa” en mi blog: envía generosamente sus escritos, de los que se desprende que yo jamás podría llegar a parecerme a él, aunque hiciera siglos de seminarios dictados por Cervantes o por Borges. Lo que les envío se los envío con el mayor de los afectos, y no entra en competencia con ninguno de ustedes.

Ustedes, en realidad, hacen el espacio con amor y críticas que lo construyen. Mi única virtud es la constancia. No encontrarán en mi “sueño lujurioso” mayor congruencia que en mis anteriores narraciones. Lo que puede confundirlos es, quizá, que las redacto con un aire de inocencia, como si en verdad hubieran sucedido, siguiendo apasionadamente la consigna de aquel surrealista que, creo, se llamaba Georges Scheadé, pero no estoy demasiado segura de haber escrito bien ese apellido: “El que sueña se mezcla con el aire”.

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