El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

5 jun 2012

Todos somos guerra



Más allá de los libros que fervorosamente amamos, ésos especiales de nuestros poetas y narradores preferidos, hay otro tipo de literatura que nos acompaña en los momentos en que lo que deseamos es relajarnos o reír. En mi caso a veces se trata de textos de divulgación científica ante los cuales -y a pesar de lo de “divulgación”- el esfuerzo por entender que realiza mi pobre intelecto me remonta desde mis problemas a los espacios remotos, allí donde, por ejemplo, empiezan el mismo espacio y el tiempo con una explosión. 

Eso lo quiero entender bien, el Big Bang, y para eso leo y releo el mismo librito. Y me parece más bien ciencia ficción que el espacio y el tiempo recién comiencen en ese instante. ¿Qué hubo antes? No hubo nada, es la respuesta de mi librito. No hubo antes porque recién allí comenzó el tiempo En épocas de mayores problemas leía revistas especializadas… ¡en crímenes!. 

 Sí, las más amarillas de las amarillas; conocía todos los casos de asesinatos seriales en el mundo: conocía a sus autores y, en especial, me fascinaban sus autoras. Tal vez por incomprensibles y por quererlas entender, estas mujeres asesinas me deparaban muchas horas de calma, de no pensar en mí. 

Pero entre la literatura de divulgación científica y las revistas amarillas y sucias -si parecía que hasta te ensuciaban las manos-, tengo dos diversiones en materia de libros que -casi todo el mundo lo estimará así- constituyen una fragrante falta de respeto -tomarlos como diversión, digo. 


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