CALVIN KLEIN
Elsa, la amiga con la que convivo desde hace 25 años, nunca me lee. Yo la corro por los rincones de la casa y hasta por el jardín -donde ella suele cortar el pasto-, con cuadernos en ristre, pero me dice que “después”.
“Después es nunca”, dicen popularmente. En el caso de Elsa, es más nunca que nunca.
¿Y para qué quiero que Ella me lea?, mepregunto a mí misma en medio de mi furia.
Y aunque no tengo una respuesta para transmitir en claras y concretas palabras, sé por qué quiero, y no es antojo.
Hay una excepción a su desamor por mi literatura: cuando la nombro a ella sí me lee. En alguna de esas ocasiones suele fastidiarse un poquito, pero a la vez está orgullosa de aparecer en mis modestas letras de molde.
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