El aire la vela, vela. El aire la está velando

El aire la vela, vela. El aire la está velando
Parecen dormidas en el pajonal... pero no lo están.

21 oct 2011

consciente de mis limitaciones








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No quiero ser ni parecer trágica -después de todo la vida a todos nos pone manchas o cadenas y nos hace probar cosas que no son precisamente fresas con chantilly, a esta monografía la recomiendo encarecidamente: da placer-, por eso digo que la enfermedad es como el amor, y parece que hoy me dediqué a poner buenas monografías, lean ésta, ya que al amor se lo bebe en una pócima bien caliente, preparada con extrañas raíces, veneno de víbora y ¡rocío del amanecer! -a Borges no le gustaban los signos tipográficos de los cuales yo hago uso y abuso; en realidad, me encantan para hablar con ustedes esos signos, y también me encanta transgredir las reglas de mi vate preferido, como llamarlo vate, sin ir más lejos...

Y al amor se lo llama con la voz de más allá de los huesos, como a la muerte.

Y para el amor es siempre primavera-no importa la edad que el que lo padece tenga-, pero primavera atravesada con lágrimas y lluvia: una verdadera, una exquisita alergia: aclaro que no recomiendo está monografía por el hecho de tener yo misma de miastenia, sino por las alergias -que no nunca tuve-, de las que el estudio también trata, y porque admiro la sabiduría de su autor- -ahora, al escribir la palabra alergia, me doy cuenta de que es palíndroma de alegría.

Para aliviar las enfermedades crónicas hay que trabajar duro con el alma, llegar a conocerse a uno mismo al menos en cuanto actor, al menos en cuanto a que uno es el que representa, el que lleva a la escena, por medio de su cuerpo, la enfermedad que le ha tocado en gracia -además, por ejemplo, cuando acaricio el lomo de mi perra la salud desciende instantáneamente sobre cualquiera de mis heridas.






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