30 oct 2010
LA MESA esTa SErvIDA
Soy la mendiga más linda de la plaza y los demás suelen llamarme “Reina”. Tengo el cuerpo delgado pero lleno, con formas, me siento muy derecha en el banco, junto a mis bultos que arreglo de modo que parezcan un equipaje delicado. Mis harapos son bastante distinguidos. Soy negra, “de raza negra”, y los colores vivos de mi blusa, aunque esté hecha hilachas, me adornan, me refinan. El azul y el amarillo con el morado pálido están en mi chal, y mi cabeza erguida y perfecta me hace misteriosa cuando estoy bajo el sol, fumando o escribiendo.
Si puedo describir mi figura de esta manera es porque un día, sentada en el banco más lejano, vi a alguien que era casi yo, vi que de lejos y que a pesar de sus cabellos rubios se me parecía extraordinariamente.
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Relato pornográfico: El perro del deseo
Hace muchos años-y creo que hasta lo conté en estos alocados editoriales, la memoria me olvida- se abrió en España un concurso de cuentos eróticos, en el cual podíamos participar los escritores latinoamericanos.
Mi siempre vivo deseo de ganar unos pesos -la vida no es muy afortunada para mí en el aspecto económico especialmente, aunque soy, o trato de ser, editora - me hizo escribir un volumen de narraciones cuyo pomposo título era: “Historia de las sensaciones”.
Lo que escribí en cada cuento dejaba muchísimo que desear -en especial, dejaba por desear el deseo.Yo estaba convencida de que eran verdaderamente eróticos mis cuentos, y, en realidad, eran absurdamente pornográficos.
Ustedes se darán cuenta de por qué lo eran con sólo leer uno de ellos, si no, ¿hay alguien que pueda revelarlo? ¿Alguno entiende por qué digo obsceno, o pornográfico, y quiero no haberlo escrito? El perro del deseo
“Y también tiene piel” -le contesté a Francisco. Fue allí en ese momento que aprendí que el río tenía piel, como la fruta, como los árboles, nosotros. Y que mirar la piel viene con esa sensación de querer hundir algo, pinchar, cortar, resquebrajar.
A veces hasta pienso que el cielo tiene piel, levanto el brazo imaginando que se alarga y se alarga y con el dedo índice lo rompo; pero dicen que es aire, que es oxígeno, nada.
Y después de decirle eso del río, ya no le dije más.
Casi no hablamos nunca.
No sé realmente cuándo lo conocí. Él era mendigo del banco de al lado, y desde que yo llegué a esa plaza, él siempre estuvo allí. Pero a mí me parece que yo también estuve siempre allí, que no hubo un día en que llegué. Al día en que llegué lo tengo como en una neblina.
6 oct 2010
tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son
operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo
penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero
le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los
tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha
tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso." Luego le desató las ligaduras y lo
abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
FIN.ESTOY ALGO CANZADA DE VIVIR EN SOCIEDAD.